Jackie Kennedy fue sin duda uno de los íconos de estilo más destacados del siglo XX y una influencia crucial en la cultura estadounidense.
Sus aires y ademanes afrancesados, desde su apellido de soltera Bouvier hasta sus gustos por la moda, la gastronomía y la decoración, fueron determinantes para comenzar la Revolución de Camelot en la Casa Blanca.
Contaban sus allegados que cuando Jackie llegó a la residencia presidencial de la mano de su esposo John F. Kennedy, exclamó: “La Casa Blanca es el mayor monumento al mal gusto."
En ese mismo instante se propuso hacer cambios radicales en su nueva residencia para convertirla en un monumento histórico.
Recaudó dinero y contrató expertos como la decoradora Sister Parish y el francés Stephane Boudin, quien trabajó para las familias reales de Bélgica e Irán.
Asignó al primer chef ejecutivo interino ya que, antes de su llegada, la elaboración de la comida en la Casa Blanca estaba a cargo de los miembros de la marina.
En una oportunidad comentó: “Es necesario que las personas que nos visiten se sientan a gusto, lejos de cualquier tipo de intimidación."
De esta manera cambió por completo la manera de recibir y atender a los invitados, implementando nuevos protocolos que hoy a pesar del tiempo transcurrido siguen vigentes.
Comenzó modificando los arreglos florales de aspecto elaborado y rígido, que solían decorar la residencia, por arreglos más rústicos y desenfadados, dando así un toque más acogedor a los ambientes.
Sustituyó las mesas en forma de “U” por mesas redondas de 8 comensales, con el propósito de que los invitados pudieran relacionarse mejor entre ellos, entablando así conversaciones más amenas.
Eliminó por completo el tradicional pan y la mantequilla de las mesas, sustituyéndolos por pequeños platos con frutos secos.
Cada plato estaba decorado con una servilleta blanca doblada y un simple place card en la parte superior.
Sus invitados eran deleitados con exóticos cocktails y los menús se escribían en francés, se servía poulet à lestragon y soufflé froid au chocolat.
Jackie emprendió una revolución afrancesada que llenó de glamour y sofisticación a la Casa Blanca, imprimiendo su sello personal a todo lo que hacía y dando un aire de modernidad y Savoir Faire a una institución que en su momento carecía de estilo y encanto propio.
Los Kennedy marcaron un antes y un después en la cultura norteamericana, llenando de orgullo y admiración a todos sus compatriotas y a todo aquel que se hiciera llamar amante del buen gusto.



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